En el camino hacia la digitalización, existe un mito persistente que necesitamos desterrar: la idea del «borrón y cuenta nueva». La realidad es mucho más compleja y desafiante. Cada organización parte de una historia tecnológica propia, con sus sistemas heredados, decisiones técnicas acumuladas y deuda tecnológica que no puede simplemente ignorarse.
El debate tradicional nos presenta dos caminos aparentemente irreconciliables. Por un lado, tenemos la seductora promesa del desarrollo a medida. Como un traje confeccionado por un sastre de élite, cada línea de código se diseña con precisión milimétrica para adaptarse perfectamente a las necesidades específicas de la organización. El coste y el tiempo son secundarios frente a la promesa de la perfección técnica. En el extremo opuesto, encontramos las soluciones de mercado prefabricadas. Como un martillo buscando un clavo, estas soluciones se implementan con la esperanza de que la organización pueda adaptarse a ellas, aun cuando esto signifique torcer procesos y aceptar limitaciones no deseadas.
Las organizaciones más exitosas en su transformación digital han descubierto una verdad fundamental: el verdadero arte no está en elegir entre construir o comprar, sino en saber cuándo y cómo hacer cada cosa. Se trata de encontrar el delicado equilibrio entre aprovechar las soluciones existentes sin quedar atrapados en su rigidez, determinar cuándo el desarrollo a medida es realmente necesario y justificable, y asegurar que las decisiones de hoy no limitan la capacidad de evolución del mañana.
El éxito en la transformación digital no depende tanto de la tecnología elegida como de la estrategia para implementarla. Las organizaciones más avanzadas han comprendido que deben aprovechar productos, frameworks y aceleradores existentes cuando estos aportan velocidad sin crear dependencias innecesarias. Al mismo tiempo, han aprendido a identificar aquellos elementos que verdaderamente generan diferenciación competitiva y merecen un desarrollo a medida, evitando el síndrome de reinventar la rueda. Todo esto mientras mantienen una visión clara del coste total de propiedad, considerando no solo la inversión inicial, sino también el mantenimiento y la evolución futura.
Las organizaciones que destacan en su transformación digital no son necesariamente las que más invierten en tecnología, sino las que mejor saben orquestar sus decisiones tecnológicas. Han comprendido que el futuro no está en los extremos, sino en la capacidad de combinar diferentes aproximaciones según el contexto y las necesidades específicas. La transformación digital exitosa requiere alejarse de los absolutos y abrazar la complejidad del equilibrio. No se trata de construir todo ni de comprar todo, sino de orquestar cada decisión con un propósito claro y una visión estratégica.
La pregunta clave para cada organización no es «¿construir o comprar?», sino «¿cuál es nuestro equilibrio óptimo?». La respuesta a esta pregunta, única para cada organización, marcará la diferencia entre una transformación digital exitosa y una que se queda en meras intenciones.